EL MENDIGO Y EL TRIGO. RELATO

                                 Dibujo por Anail Febres

 El Mendigo y el Trigo

Un hombre poseía un terreno y muchas ganas de sembrar trigo. Su gusto por el trigo era hereditario y lo hacía profundamente feliz. Su vida era simple, nada que inventar, solo continuar la tradición. Todos los días araba, sembraba, regaba y cuidaba la plantación. Arrancaba las malas hierbas y fumigaba a los insectos depredadores. En tiempos de cosecha, la tierra parecía un terciopelo dorado. Que felicidad! Así era siempre, todos los días del año desde sus tatarabuelos.
Un día caminó por ahí un vagabundo. Un hombre alto y encorvado, de traje deshilachado y rostro rasgado por el viento. Cansado del viaje y hambriento, se dispuso a deleitar unos higos que había robado por el camino. Se sentó bajo un arbusto cómodo y abrió su bolsa. Estaban frescos y deliciosos. El dueño de aquel lugar, quien disfrutaba de la vista sentado en el patio, lo observó indignado y lo ahuyentó a pedradas. El vagabundo, sintiéndose humillado lo maldijo, huyó del lugar y juró vengarse.
Un mes después y mientras limpiaba la siembra de trigo, el hombre descubre un arbusto diferente. -No puede ser! Qué es esta planta tan horrible? Intentó arrancarla pero la raíz era demasiado gruesa y no iba poder lograrlo sin dañar el trigo -Que problema! Ahora lucirá todo feo y discrepante. Buscaré ayuda en el pueblo. -Dijo el sembrador y se fue. En su ausencia lo visitó el vagabundo, quien haciendo realidad su juramento, le prendió fuego a todo y huyó para siempre. El humo era tan espeso que podía verse desde el pueblo. -Ese humo viene de tus tierras? Le preguntó el vendedor. El hombre sorprendido y temeroso, encendió su camión y condujo velozmente hacia su casa. Al llegar, se encontró con la escena más aterradora de su vida. El fuego había destruido toda la siembra y consumido el trigo en los galpones.
El hombre perdió la fortaleza de sus piernas y cayó de rodillas sobre las cenizas. Lloró amargamente y sin consuelo. Ver el trigo destruido es ver morir de nuevo a sus ancestros.
Triste, deprimido y sin fuerzas para soportar la pérdida, recogió algunas pertenencias y se fue a la ciudad a olvidar su tragedia y a tratar de continuar con su vida.
Emprendió varios negocios y ninguno resultó. La ciudad era un sitio muy duro para él y extrañaba la naturaleza. Poco a poco se quedó sin dinero y en la más bochornosa bancarrota. Sin nada ni nadie a quien recurrir decidió echarse a morir en su rancho. Cuando volvió a sus tierras aún se sentía el humo en el aire. Acongojado se recostó y decidió esperar a la muerte en su cama. Al amanecer, el cantar de los pájaros lo despertó .-Váyanse de aquí, qué hacen por aquí? Solo hay humo y carbón. Salgan o morirán de hambre como yo. Les advirtió deprimido. En ese instante una de las aves dejó caer de lo que comía. -Qué es esto? Qué comes? Pero...de dónde traes esto?
El hombre extrañado se asomó por la ventana y no pudo creer lo que vió. Se estrujó los ojos pero era cierto. Salió de su cuarto y corrió deprisa. Las aves danzaban sobre su cabeza. Asombrado se arrodilló y dio gracias al cielo. La luz del sol bañaba su cabellera mientras contemplaba la dulce danza de los higos. Hermoso higos grandes y deliciosos. En poco tiempo todas sus tierras estaban repletas de higos.
Una tarde cualquiera se sentó a contemplar sus tierras como de costumbre y un vagabundo hambriento se sentó a comer de las higueras. El hombre recordó a aquél que ahuyentó a pedradas y sintió remordimiento. Entonces se levantó, busco mucha comida y de la forma más amable se sentó cerca del vagabundo y cenaron juntos. El vagabundo se despidió agradecido. El hombre aprendió que la arrogancia y el egoísmo son semillas para el odio y que el amor y la amistad son las semillas de la felicidad. Si tienes mucho sé generoso con el que esté necesitado porque puede ser que algún día el destino los cambie de lugar.
FIN.

Copyright 2020

Escrito por Liliana Romero

Dibujo: @Anafabi Ver menos

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