LA AYUDA DEL VERDUGO
No es cierta la vida pero la dibujé de verdad.
Con los lápices de la justicia pinté sus labios mentirosos, con el rojo de la sangre de mis pies y mis huellas amargas, le estampé una sonrisa.
Uno a uno cayeron mis dientes sobre la mano del que golpea.
Cuando escapan gritos desde el intestino, que no suenan en la boca, sabes que sólo el silencio te salvará la vida.
No es cierta la vida pero la dibujé de verdad.
Con el sudor salado y seco de mi frente le pinté un beso.
La libertad es un misterio de las tumbas, una raya blanca en el mapa o un simple muro en la frontera.
Da igual con cual bandera me ahorque, todas son iguales de asesinas.
En cualquier tierra se hace un hoyo ¿Por qué se preocupan? ¡Tranquilos! Los gusanos no necesitan pasaporte. Eso alega el racista de oficio.
No es cierta la vida pero la dibujé de verdad.
Con estiércol en mis dedos le pinté algo de moral, difuminé con mi vesícula y el negro estupor de mi hígado. Ya ni tripas tengo, las dejé, en el último grito de independencia. Sí, aquella que vendieron por gramos de cocaína, licor y niñas inocentes.
¿Para qué correr? ¿Para dónde huir? La miseria ha hecho metástasis y agoniza la sensatez social.
Da igual dónde están los barrotes o la nacionalidad de las cadenas, el miedo... el miedo no tiene soberanía.
No es cierta la vida pero la dibujé de verdad.
Con los lápices de la justicia y el látigo sobre mis huesos, los que quedan aún ilesos y ansían su libertad.
No hay salida. La palabra "ayuda" es la trampa del amo, el azúcar para las moscas, el trozo de queso en la ratonera...
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